sábado, 14 de julio de 2012

DESDE AUSTRALIA NOS LLEGA ESTE POEMA DE NUESTRO PROFE DE SIEMPRE

Desde el otro lado del mundo nos colabora nuestro recordado profesor jefe Eduardo Owen Palma y comparte una inspiración que hoy llena nuestro blog sanmarquinosdearica.

Nací y Crecí En Un Desierto…
Como nací y crecí
En un desierto de boca muy seca
Y manos de piel salitrosa quebrajada
No comprendo a los arboles
Ni ellos me comprenden a mí
(A veces
Cuando se esconden en la oscuridad
Y se mueven con el paso del viento
Me recuerdan a los espíritus de los mineros muertos
Que creí haber visto en las minas de salitre abandonadas
En el norte de Chile
Cuando tenía como diez años)

Más bien
Me es más fácil hacerme amigo de las piedras
Del mar y sus gaviotas:
Con ellos y sobre el pasto de arena de las playas
Aprendí a caminar y a amar lo que amo

Mis cerros
Desprovistos de todos los matices del verde
Fueron testigos de cómo crecieron mis piernas
De “shorts” de mocosuelo precoz  
A pantalón largo de adolescente inmaduro
A hombre de camisa blanca y corbata
Con un trozo de tiza blanca en la mano
Frente al pizarrón azul del cielo de Chile

Tres décadas se acercaron a mi vida
Treinta cortos años
Y decidí atravesar el Océano Pacífico
Con mi pequeña familia
En busca de la tranquilidad de un país nuevo:

Australia y su verdor costero
Nos recibió en un inglés que no sonaba
Como el que habíamos escuchado y leído
En los textos de los colegio secundarios
De nuestra tierra de origen

Usar la sombra de un árbol
Para resguardarse del sol
Fue para mí un concepto nuevo:
Un sombrero blanco de alas gigantescas
Las sombras proyectadas
Por los edificios y las casas
Y kilos de crema de zinc
Sobre la nariz la frente y las mejillas
Siempre fueron mi amparo de sus rayos

El jardín de la única plaza de mi pueblo
Tenía varios fantasmas esqueléticos de eucaliptos y pimientos
Mal disfrazados de arboles
Y una que otra hierba sin nombre
Permanentemente falleciendo alrededor de ellos
Regados ocasionalmente
Por un jardinero nacido retirado
Voluntariamente desempleado
Perezoso y olvidadizo vitalicio

Los más pobres del pueblo/ciudad
Cuando visitaban las tumbas de sus seres queridos
Los primeros de noviembre de aquel entonces
Les llevaban ramos de flores con pétalos y hojas de papel
Y tallos de alambre mal pintados a sus muertos
(La abuelita de uno de mis amigos
Del que limpiaba zapatos frente a la oficina de mi padre
Y tenía el cabello rojizo 
La cara cubierta de pecas
Y la boca llena de vulgaridades y groserías
Le ponía unas gotas de perfume
A los pétalos de las flores
Para que
“Como sus hermanas las flores de verdad
También tuvieran aroma”
Decía ella
Con una mezcla de resignación y alegría
En su arrugado y sufrido rostro)

Sólo comencé a usar impermeable y paraguas
A los treinta y un años
Después de un par de meses en Sydney
Cuando estando en su centro comercial
(En George Street)
Una tormenta de verano me obligó a comprarlos
(No sabía cómo abrir un paraguas
Y un transeúnte caritativo
Al verme muy afligido
Me enseñó a hacerlo)

El impermeable MacGregor
Eterno
Indestructible
Aún existe
Y ha sido usado por mis dos hijos
Y hasta algunos de sus amigos
A través de cuatro decenas de años

Cuarenta años sin desierto he cumplido
En este el país que me adoptó en inglés
Y dice quererme con sus dólares
Y su alto nivel de vida:

Los colores de los cerros desnudos de flora
El silencio más tranquilo del mundo
El cielo color celeste intenso
El sol con sus rayos gigantescos
La ausencia de lluvias
Los “remolinos” de tierra interminables
Los espejismos juguetones
Del desierto que me oyó nacer
Me siguen visitando
Cuando cierro los ojos y me alejo
De mi vida diaria de un Sydney
Pavimentado con céspedes
Plantas
Flores
Arbustos
Y eucaliptos dormilones…



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