domingo, 1 de febrero de 2009

PARTE III, CUENTO DE NUESTRO PROFE. EDUARDO OWEN

ORINANDO CONTRA EL VIENTO PARTE III

Salieron de sus bolsas, sin gran apuro, los tres sacos de dormir, también de confección casera. Hechos por mi mamá con una mezcla de frazadas viejas, para la parte interior, la que iba a estar en contacto con nuestros cuerpos, y sacos de harina y paperos, para la parte exterior, la que iba a estar en contacto con la naturaleza. Además, cada uno tenía su « pasamontañas » tejido por mi madre, que era un gorro de lana oscura que cubría toda la cabeza y la cara, con dos hoyos para los ojos y uno para la boca. Con un poco de trabajo metimos el cuerpo cansado y semi-dormido de John Bull en uno de los sacos, y nos acostamos.

Dejando que la fogata se consumiera sola, nos echamos a su alrededor, sobre un área blanda, arenosa. No habían pasado quince minutos, cuando la fuerza de los motores de las diez locomotoras de los ronquidos de mi padre, se hizo presente. Mi hermano y yo, nos cubrimos totalmente las cabezas, especialmente las orejas, con nuestros pasamontañas, nuestros gorros y las palmas de las manos, y nos sumerjimos totalmente en los sacos de dormir, incluyendo la cabeza.

Mi hermano y sus oídos, lucharon por un tiempo contra las diez ruidosas locomotoras y, por fin, lograron quedarse dormidos. Yo, excitado por las ocurrencias del día y martirizado por el ruido, no pude cerrar los ojos por mucho rato.

En medio del recuerdo de un momento espectacular ocurrido durante el día, me dieron unas ganas enormes de orinar. Muerto de frío, me saqué el saco de dormir, como un plátano sale de la cáscara, pensé yo, y me alejé un par de metros al baño universal de la pampa. Allí, ahora lo sé, contra el viento, hice lo que tenía que hacer y, en el proceso, debido a la dirección de la fuerte brisa cordillerana, me mojé parte de las piernas y los pies.

A la mañana siguiente, mientras la aurora se sacaba el pijamas, mi padre, como era su costumbre, despertó y nos despertó. Durante el desayuno de café sin pisco, mi hermano, preocupado por lo que podría suceder en las noches de acampados que nos quedaban por vivir, le comentó a mi padre
« Oye John Bull, te diste cuenta ? Anoche llovió...A mi me calleron unas cuantas gotas de lluvia en la cabeza y parte de mi saco amaneció mojado... »

Mi padre, poniéndose su rostro filosófico, le contestó algo así como, « Tú estás loco, no puede haber llovido, si ni siquiera habían nubes, no estaba nublado !? »

Yo, como hijo y hermano bueno que trataba de ser, mirando el suelo, dándole una patadita a una piedra para ocultar mi verguenza, les conté que el que fabricara esa lluvia de anoche, la que mojó a mi hermano, fuera yo que, muerto de ganas de hacer « pichí », habia orinado contra el viento casi al lado de donde mi hermano dormía...

El único comentario que mi viejo y mi hermano mayor hicieron, cuando terminé de contarles mi historia, fue un « Chiquillo de m... », al unísono, seguido por una explosión de risa que quedó para siempre grabada en mis oídos, que nunca olvidaré...

No hay comentarios: