viernes, 8 de octubre de 2010

UNA DEVOCIÓN INEXTINGUIBLE.




Han pasado ya casi tres siglos desde que se iniciara la devoción a la Santísima Virgen de las Peñas, que los Ariqueños principalmente, han mantenido por generaciones hasta nuestros dias.

Octubre, especial mes para Ausipar, Humagata; localidades ahora sin importancia real se llenan de vida que le dan los incansables peregrinos que tansitan día y noche por algunas de sus casas de adobes que aún quedan desde tiempos pretéritos.

Pero es esencialmente Livilcar, poblado que permanece todo el año sin habitante alguno hasta el día de la fiesta de la Virgen, que concentra todo este mariano peregrinar.

¿Quién podría imaginar que esas localidades albergaron alguna vez una considerable cantidad estable de habitantes como para llamarlos pueblos?; efectivamente, poseían la estructura política-administrativa necesaria para poder funcionar y atender a localidades vecinas.

Eran tiempos coloniales, cuando ellas se encontraban en pleno auge, también por el tránsito de peregrinos; pero de otra especie.




Antigua Tumba del Cementerio de Humagata

Se trataba de los antiguos caminos de la Plata de tiempos virreinales, por los cuales las grandes caravanas de cientos de mulas y llamas bajaban los cargamentos de metales preciosos, (sobre todo de la plata del cerro rico de Potosí) para embarcar en el puerto de Arica con rumbo a España, vía el istmo de Panamá.

En el camino de vuelta al Altiplano, el cargamento se componía esencialmente de mineral de mercurio, (necesario para el tratamiento de la preciada plata) en su caso procedente de las minas de Huancavelica, en Perú, o de las minas de Almadén, en España.

Por esos días cuenta la leyenda de una joven pastora que se encontraba por los alredores del pueblo de Livilcar, cuando de repente se le apareció una paloma que se posó sobre una roca, lugar en que la pastora descubrió el rostro de una hermosa señora en la piedra.

Así como esta y en otras variantes se cuenta sobre el inicio de esta devoción, que pueblos hermanos como Perú y Bolivia han recorrido junto con nosotros para homenajear a la madre de Nuestro Señor cada primer domingo de octubre.

En cuanto a la leyenda misma, dejemos el relato aparecido en la página del obispado de Arica:


“Hay por lo menos dos leyendas referentes al origen el culto de la Virgen de las Peñas en Livilcar. La primera dice que hace mucho tiempo en un pequeño pueblo de Carangas (provincia boliviana del Altiplano colindante al Depto. de Arica) se celebraba la fiesta de la Virgen del Rosario. Una vez, el alférez que estaba a cargo de la fiesta - quien era pobre- causó el desprecio de un hombre que era rico y orgulloso. Al final de la fiesta ese hombre agarró el estandarte para un año siguiente. Para humillar al alférez dijo, que él iba a hacer la fiesta como debía hacerse.Al año siguiente, arregló la Iglesia con muchas flores y velas, tanto como nunca se había visto, y se puso junto a otros a tomar bastant
e. Pero la iglesia se incendió, y la imagen de la Virgen desapareció. Unos pastores que llegaban atrasados a la fiesta, encontraron en el camino del pueblo a una señora desconocida. Le preguntaron si no iba a la fiesta, y ella respondió: "Voy a otro lugar, donde me adoran más". Y de pronto se convirtió en una paloma blanca que voló al oeste.

Justo en ese tiempo había un gobernador malo en Humagata (pueblo ahora abandonado, a poca distancia del Santuario de Las Peñas, situado en la misma quebrada). Un día se enfermó su esposa. El gobernador mandó a llamar un curandero para mejorarla, pero la señora mur
ió. El Gobernador acusó al curandero de ser brujo y lo condenó a morir quemado en una hoguera. Y más todavía, lo mandó a buscar, él mismo, la leña para la hoguera. El curandero que era hombre bueno, lloró mucho y fue a buscar leña.

Así llegó llorando frente a las rocas de Livilcar y vio llegar una paloma blanca, que se posó a descansar contra la peña. Era la paloma que vino de Carangas. Llamó la atención del curandero, porque era muy bonita. Quería tomarla y llevarla al gobernador para pedirle compasión, pero justo en ese momento desapareció, y en la roca quedó grabada una Virgen. El curandero se asustó mucho y corrió haber al gobernador y le contó lo que le había pasado.

El gobernador no quiso creerle, pero después dijo: 'Si mientes, te voy a quemar vivo allá mismo". Fueron, y el Gobernador comprobó que era así. Reconoció que el curandero no era brujo y lo perdonó. Fueron a avisar al cura de Humagata, y éste lo comprobó también y avisó a los Padres Franciscanos de Codpa. Los Padres fueron y quisieron sacar la Virgen con cinceles de la roca, con piedra y todo; querían llevársela al templo, porque era muy bonita, pero no pudieron porque la roca era muy dura.

Esa noche el cura sufrió gran dolor de cabeza y escuchó una voz que dijo: "Sufres mucho. Yo también sufro con los golpes que me dan". Cuando despertó el cura, ordenó se parara el trabajo y que la gente fueras a adorar la Virgen allá mismo, en Las Peñas, porque reconoció que era milagrosa.”

El recorrido para llegar hasta la patrona de Livilcar es relativamente corto, pero cansador por lo agreste de su topografía, camino que muchos de nosotros hicimos mas de alguna vez, desde muy jóvenes, con un ánimo mas que devoción, de aventura, pero ya encontrandonos allí ante la imagen de la virgen, nos sobrecogía su presencia como culminación del recorrido; transformando éste en una verdadera catarsis cuyo contenido si bien es cierto seria en beneficio propio., mas la inspiración siempre fue Maria.




En este año recordémosla con una breve pero sentida oración para que su presencia este siempre vigente en nuestra alma y en la de todos aquellos que la necesitan.



Algunas fotos que tomé hace algún tiempo del camino al Santuario




















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